Ahora que este último mes el Everest ha sido el centro del mundo alpinístico, sería necesario contextualizar algunos datos que, bajo mi opinión, determinan la importancia o la indiferencia de las actividades que sean llevado a cabo.

Como es obvio es necesario empezar desde el principio, y recalcar sus 8.850 metros de altura. Estoy escribiendo esto porque de todas las ascensiones, más de 9.000 a día de hoy, tan sólo unas 200 han sido sin oxígeno. Estos datos podrían ser utilizados para ignorar desde la óptica alpinística las 9.000 primeras que desvirtúan su principal virtud: ¡Ser la montaña más alta del mundo!

No las considero… como tampoco considero encanastar una pelota de baloncesto con una escalera de pintor, subir un 8b con estribos o correr un 1.500 dopado con EPO. Y lo siento porque dentro de estas 9.000 ascensiones pierden la opción a podio ascensiones que en su tiempo fueron muy innovadoras: en 1953 la primera ascensión realizada por Tenzing Norgay y Edmund Hillary, primera ascensión mundial al Everest después de 30 años de intentos. No creo que los ingleses subieran a la cima en el año1922, aunque seguramente estuvieron muy cerca; la primera ascensión por la cara oeste en el año 1975 por Doug Scott y Dougal Haston (vía de dificultad extrema abierta con un par de cojones y oxígeno durante la época dorada del alpinismo británico y posiblemente la ruta más complicada jamás realizada hasta entonces; la primera hibernal en el año 1980 por Krzysztof Wielicki y Leszek Cichy con condiciones extremas de frío y viento, que los polacos, expertos en la materia, supieron tramitarla como nadie; la primera ascensión catalana en 1985 realizada por Oscar Cadiach; Carles Vallés y Toni Sors (y es una pena porque dice la leyenda que este último se sacó la máscara de oxígeno en la cima para fumarse un cigarro Ducados); el primer descenso en snowboard realizado por Marco Siffredi por el corredor Norton en el año 2000 (por todo el riesgo y la dificultad que implicaba una bajada por la norte directa realizada por un visionario de esta modalidad.

Y ahora las mejores ascensiones sin oxígeno, y, por lo tanto, las únicas válidas. Me he permitido el lujo de elegir tres, curiosamente ocurriendo en el corto período de 8 años. Todas ellas coinciden con el compromiso, la dificultad y la transgresión de manera uniforme. ¡Los ingredientes esenciales del montañismo extremo!

Medalla de bronce para Reinhold Messner y Peter Habeler (8 de mayo de 1978) quiénes realizaron el primer ascenso al Everest sin oxígeno rompiendo la barrera de lo imposible y demostrando que con entrenamiento, experiencia y valentía era posible enfrentarse a un caleidoscopio de médicos tabúes, fisiológicos, éticos, alpinísticos, humanos que hasta entonces lo pusieron en duda.¡Chapeau!

Medalla de plata para Erhard Loretan y Jean Troillet (30 de agosto de 1986) por subir en 31 horas por el corredor de los japoneses y el Hornbein hasta la cima, y bajar en tan sólo 3 horas y media por el mismo lugar realizando un kulenvaguen hasta el Campo Base Avanzado. Alpinismo minimalista, extremo, ALPINO en mayúsculas, rapidísimo y con un compromiso extraordinario. Un día más tarde cuando descansaban en el Campo Base vieron como una alud barría toda la vertiente por donde ellos habían descendido no hacía ni tan sólo 24 horas. ¡Alucinante!

Medalla de oro para Reinhold Messner y su ascensión en solitario en el techo del mundo (20 de agosto de 1980) y después de 5 días de lucha por su temible cara norte. Destaco esta actividad por encima de todas, porque tan sólo hacía 2 años que había subido sin oxígeno y él quería más y decidió irse solo en época monzónica cuando ninguna otra expedición acechaba la montaña. Ahora el concepto de subir solo ya no es posible, en el Everest hay mucha gente, cuerdas, campamentos, expediciones y tentativas prácticamente durante todo el año. Messner estaba completamente solo en la montaña, con un compromiso inasumible en la actualidad. En estos días, la gente que va en grupo hace la cima en solitario, los solitarios hacen ver que no ven a nadie aunque si están. Hay campamentos, hay cuerdas que aún no se utilizan pero que están, hay escalones, hay bombonas de oxígeno disponibles, hay predicciones de tiempo exactas, hay posibilidad de rescate hasta los 6.500 metros… Con todo esto quiero destacar que es diferente subir solo que estar solo, como en el caso de Messner aquel agosto del 80, y él logró la cima después de 5 días de mucho viento, riesgo de aludes en una época en que la pared era inhibida y atravesó realizando una diagonal por la cara norte, por donde nadie había pasado y nunca más nadie a vuelto a pasar. Sus trazas fueron únicas, irrepetibles y volátiles y fue el mismo quién abrió la nueva ruta Messner hasta la extenuación. Llegó a la cima arrastrándose, tan solo con la fuerza de voluntad y logró bajar. Para que luego los expertos digan que Messner solo hacia rutas normales y que el transgresor era Kukukcza. ¡Sin ninguna duda, el oro es para él! Tan solo el desafortunado Ueli Steck, en el caso que hubiera conseguido enlazar la herradura del Nuptse, Lhotse y Everest, le hubiese podido sacar esta condición como mejor actividad en el techo del mundo, naturalmente sin oxígeno.

Y no me olvido… ¿dónde se sitúa Kilian Jornet dentro de este contexto? Para mí en un buen top ten, porque una vez más ha querido transgredir la normalidad alpinística y subir al Everest desde el último lugar habitado, Rongbuck. Tal vez le ha faltado compromiso y dificultad comparándolo con las actividades precedentes, pero son las condiciones de la montaña las que le han hecho escoger este camino. En la montaña ya no ha estado solo porque directamente no es posible, y la dificultad de la vía normal de la vertiente tibetana no es muy grande pero para mí lo mejor ha sido que aunque encontrándose mal ha seguido hacia arriba, espíritu Mesnner, y no se detuvo. Kilian era consciente que perdía mucho tiempo y que su record no sería tan bestial como él hubiera podido lograr. De hecho no creo que existan dos personas en el mundo que sean capaces de subir desde 5.100 metros hasta la cima en 26 horas… ¡Una es el Kilian y la otra es el Kilian lesionado! Si tan solo hubiera sido un corredor como lo juzgan sin razón, se hubiese dado la vuelta, como un maratoniano que visualiza que no podrá bajar de su tiempo anhelado por la culpa de una indisposición, pero Kilian por encima de todo y después de esta hazaña, no tengo ninguna duda, que es un alpinista, y para él lo más importante era la cima y con la cima logró bajar.

Sobre los otros records, no creo que tenga que compararlos ya que la mayoría de ellos fueron realizados con oxígeno y por lo tanto son inválidos. Tan sólo destacaría el logro de Hans Kammelander (1996) de subir a la cima sin oxígeno con esquís en la mochila y bajar esquiando hasta el Campo Base Avanzado en menos de 17 horas. ¡Otra top ten!

Quiero insistir que el mérito de Kilian no ha sido el tiempo, porque se encontró mal y sinceramente sé que podría rebajarlo en condiciones ideales de salud por debajo de las 28 horas allé-retour, sino el hecho de simplificar la cima como si se tratase de realizar un Bastiments de Setcases pero a 9.000 metros.

Y en esta contextualización omito el circo del Everest y aquellas ascensiones con etiquetas: el más mayor, el más feo, la más hermosa, la primera con faldas, el primero con gayumbos rojos y la primera con moto acuática porque se alejan mucho del espíritu alpinístico, pero está claro que alguna cosa tienen que vender con los royalties tan costosos que se cobran en las dos vertientes para acceder.

No puedo olvidarme de Ferran Latorre y desearle la mejor suerte posible en las próximas horas cuando esperamos que conseguía la cima del Everest, un colofón insuperable para terminar su gesta personal de los #CAT14X8000 que abrió hace más de 25 años al Himalaya.

¡Vamos Ferran!

Joan Maria Vendrell